MAGISTERIO DE LA IGLESIA

La Virgen María, madre de Dios, tiene un papel muy importante en nuestra fe. Sin embargo, esto ha ocasionado que muchos de nuestros hermanos se confundan y no entiendan completamente el papel que ella cumple dentro de la obra salvadora de su hijo; por ello, los Papas han hablado de ella y nos explican con minuciosidad cuál es su papel en la Iglesia y el trato que debemos tenerle en las siguientes encíclicas marianas.

 

LUMEN GENTIUM CAPITULO VIII – LA VIRGEN MARIA

 

LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA EN EL MISTERIO DE CRISTO

El benignísimo y sapientísimo Dios, queriendo llevar a término la redención del mundo, "cuando llegó el fin de los tiempos, envió a su Hijo hecho de Mujer... para que recibiésemos la adopción de hijos" (Gál., 4, 4-5). "El cual por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación descendió de los cielos, y se encarnó por obra del Espíritu Santo de María Virgen”. Este misterio divino de salvación se nos revela y continúa en la Iglesia, a la que el Señor constituyó como su Cuerpo y en ella los fieles, unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos sus Santos, deben también venerar la memoria "en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo".

 

CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA – CAPITULO III

Resumen

 973. Al pronunciar el Fiat de la Anunciación y al dar su consentimiento al misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde Él es Salvador y Cabeza del Cuerpo místico.

974. La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su cuerpo.

975. "Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo (Credo del Pueblo de Dios, 15).

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LAETITIAE SANCTAE (1893) LEON XIII

A la santa alegría que nos ha causado el feliz cumplimiento del quincuagésimo aniversario de nuestra consagración episcopal, se ha añadido vivísima fuente de ventura; es a saber: que hemos visto a los católicos de todas las naciones, como hijos respecto de su padre, unirse en hermosísima manifestación de su fe y de su amor hacia Nos. Reconocemos en este hecho, y lo proclamamos con nuevo agradecimiento, un designio de la providencia de Dios, una prueba de su suprema benevolencia hacia Nos mismo y una gran ventaja para su Iglesia.

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CHRISTI MATRI (1966) PAPA PABLO VI

Pablo VI empieza esta encíclica saludando y alentando las oraciones y actos de piedad que se hacen a la virgen en octubre, y hace un llamado para que se sigan practicando, pero que esta vez, direcciones sus súplicas a los problemas mundiales que nos aquejan (guerra, armas nucleares, etc).

“Estando acostumbrada la Iglesia a acudir a su Madre Maria, eficacísima intercesora”, hacia ella se dirigen las súplicas y ruegos de todos los cristianos, esperando, con antecedente de causa, que sean oídas por nuestra madre y llevadas por medio de ella hacia Jesucristo. Más que eso, Pablo VI alienta a que en estos tiempos difíciles los actos piadosos hacia la virgen, en cuanto han sido ratificados por el concilio Vaticano II, aumenten en pos de la paz y aumentar la fe católica en el mundo.

“Redóblense por tanto durante el mes de octubre, dedicado a Nuestra Señora del Rosaio, las preces; auméntense las súplicas, a fin de que por su intercesión brille para los hombres la aurora de la verdadera paz”. Además de esta invocación, instituye la jornada mundial por la paz, que se celebrará anualmente en el aniversario de la reunión del Papa Pablo VI en Naciones Unidas, ese día será para que la voz de la iglesia en conjunto se eleve haciendo el gran pedido de paz.

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SIGNUM MAGNUM (1967) PABLO VI

Esta encíclica comienza evocando la figura apocalíptica de la mujer vestida de sol, que es la señal grande interpretada como la figura de la Virgen María, mare de la Iglesia por gracia de Cristo, como recompensa de su fe en el Padre al punto de hacerse esclava del Señor. Pero el motivo de esta carta es hacer un llamado de atención a todos los cristianos sobre el correcto culto que debe darse a la theotokos, sin menospreciar el lugar que ella se merece por su participación directa en la economía de la salvación. Hace un llamado a la mesura, para que así como no se menosprecie, tampoco se exagere el culto a la virgen, sino otorgarle el valor que le corresponde. Por ello, Pablo VI da dos directrices fundamentales para hacer un correcto culto a la virgen en la vida cristiana.

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MARIALIS CULTUS (1974) PAPA PABLO VI

En la parte introductoria, la encíclica nos recuerda la importancia que tiene la liturgia y el culto en la vida del creyente; resaltando los resultados positivos que tuvo la renovación de la liturgia romana en el concilio Vaticano II. Es con este recordar, que nos trae a colación el tema de la importancia de la virgen en la vida de la iglesia, no como culto a ella directamente, sino como una forma de llegar a Cristo en un culto cristológico, motivo por el cual, también es necesario reformar el culto a la virgen y modificar las prácticas antiguas, buscando que el pueblo de Dios se adapte a estas nuevas prácticas sin generar confusiones.

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REDEMPTORIS MATER (1987) SAN JUAN PABLO II

En la introducción, Juan Pablo II comienza mencionando el “lugar preciso en el plan de la salvación” que tiene la madre del redentor. Entre reflexiones cristológicas, destaca el importante papel que tuvo María en la historia de la salvación que sigue vigente como modelo de vida cristiana para la iglesia hasta la llegada de Cristo en la plenitud de los tiempos. Hace un contraste entre las circunstancias de la última vez que fue tocado el tema de la Virgen, con el Papa Pablo VI, en sus tres encíclicas y el que lo mueve a escribir este documento, por la cercanía del nuevo milenio, pues “el jubileo bimilenario del nacimiento de Jesucristo orienta, al mismo tiempo, nuestra mirada hacia su madre”.

Para concluir, nos menciona las invocaciones a la virgen en la liturgia de las horas, que reconoce todo lo que es. Reconocimiento que no solo es de los creyentes, sino que es compartido por todas las personas que conocen la vida de esta gran mujer. Pero invoca a que no solo la conozcan, sino que también practiquen lo que ella hace y busquen imitarla en su actuar en el desarrollo de la humanidad.

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ROSARIUM VIRGINIS MARIAE 2002 SAN JUAN PABLO II

El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio.

En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro» (¡duc in altum!), para anunciar, más aún, 'proclamar' a Cristo al mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn14, 6), el «fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización».

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AUDIENCIA GENERAL 19 DIC 2012 BENEDICTO XVI

En el camino de Adviento la Virgen María ocupa un lugar especial como aquella que ha esperado de modo único la realización de las promesas de Dios, acogiendo en la fe y en la carne a Jesús, el Hijo de Dios, en plena obediencia a la voluntad divina. Hoy quisiera reflexionar brevemente con vosotros sobre la fe de María a partir del gran misterio de la Anunciación.

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EXHORTACION APOSTOLICA EVANGELII GAUDIUM PAPA FRANCISCO

Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización.

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